Información de Menorca para tu viaje

Viaje a Menorca¿Estás preparando un viaje a Menorca? quizás te guste la siguiente información de una de las islas más bonitas del Mediterráneo. Cuando se contempla desde el cielo, allá abajo aparece una tierra plana y ocre que verdea, mudando su color predominante, cuando el año barrunta ya la primavera o el otoño. La mar espumea contra la oscura línea de la costa pespunteada por breves y desperdigadas manchas doradas. Es Menorca, la más oriental de las Baleares y tal vez por ello la más misteriosa.

Menorca destino ideal de vacaciones

Menorca es hoy un paraíso turístico, una de esas rarezas que surgen, de cuando en vez, para contradecir el pensamiento dominante. Si las Baleares son el primer baluarte del turismo español en número de visitantes, en Menorca, hay numerus clausus. Si sus hermanas Mallorca e Ibiza pertenecen a las crestas sumergidas de la Bética, ella es parte de tierras de raíz catalana.

Si Mallorca muestra orgullosa cordilleras que blanquean en invierno e Ibiza presume de las redondeces de sus colinas, ella se achaparra de tal modo que apenas un montículo, el monte Toro, aparece como una cumbre desafiante, llena, eso sí, de cuevas y pasadizos horadados por la imaginación.

Menorca es distinta. Es ventosa, plana, austera, misteriosa. En sus cuevas, en sus piedras, en los refugios naturales de su rocosa costa, se acurrucan historias de piratas, de fantasmas, de ciclópeos gigantes, de horripilantes brujas o de pozos sin fondo que conducen directamente al infierno.

Nadie diría que esta isla despaciosa que tiene como estandarte la calma y que de ella hace su principal valor para el visitante, este territorio escaso y humilde, festoneado por pequeñas y hermosísimas calas de aguas transparentes, tenga ese fondo atormentado, tempestuoso, que pervive, a lo largo de los siglos, en mitos y leyendas.

Aún el hombre no volaba y ya las hogueras que alumbraban las noches menorquinas encendieron los primeros temores. Marinos fenicios asociaban aquellos fuegos, que parecían encendidos sobre las propias aguas, a encantamientos o aquelarres, vistiendo con esos ropajes míticos el simple temor a lo desconocido.

Tal vez su situación, la más avanzada hacia el oeste de los territorios Baleares; tal vez su orografía costera, con abrigos naturales propicios a las guaridas; tal vez su proximidad a Cerdeña o a las costas catalanas; su posición de vigía sobre la cercana Mallorca o la facilidad de movimientos sobre sus tierras llanas, hicieran que ya desde la prehistoria los pueblos mediterráneos eligieran este pequeño paraíso como centro de operaciones o, simplemente, como lugar de encuentros místicos.

Los monumentos megalíticos de Menorca

Noticia de aquellos tiempos dan todavía hoy los monumentos megalíticos expuestos, con una simpleza apabullante, a la vista de los caminantes después de miles de años de silenciosa existencia. Sobre esas piedras sopla, con rachas de rabia, la Tramuntana, el viento que dobla árboles y metamorfosea hechos en leyendas. Y no pocas son las que perviven en la memoria de los menorquines.

Territorio disputado por fenicios, romanos, griegos, turcos, españoles, ingleses y franceses además de por piratas de todas las raleas, Menorca atesora, en la hipnótica calma de sus gentes y de su mar, historias -hijas de tanto conflicto- que, de ser ciertas, espantan.

Espanta que al pozo de Na Patarra se le adjudique nada menos que la entrada a los infiernos. Medio cegado por piedras y escombros, se dice que alcanzó los 64 metros de profundidad y que puede tener hasta 368 escalones. Se cuentan hoy 137. Al descender, la temperatura aumenta y las goteantes paredes agobian la respiración de modo que, en efecto, el audaz visitante tiene la sensación de bajar al averno.

Imagen: davidhc

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