Guia de viaje de Baiona en Pontevedra

Baiona en PontevedraSus razones tendría el temido pirata Drake para asediar en el siglo XVI esta villa marinera que nació con el nombre de Abobriga. Y no es para menos, ya que la localidad pontevedresa de Baiona alberga entre sus calles muchos años de historia y posee el encanto de los puertos pesqueros del norte que tanto gustan a la gente de interior. Su proximidad con la ciudad de Vigo y con las espectaculares Islas Cíes, refuerzan su capacidad de atracción turística, que se completa, cómo no, con el agradable clima de las Rías Baixas y con el placer de poder degustar, in situ, cantidades ingentes de marisco, recién cogido, regado con albariño de la tierra.

Paraíso del Mar Cantábrico

Baiona es uno de los sitios de «veraneo» tradicional de la costa cantábrico-atlántica. Esto tiene muchas ventajas y un par de inconvenientes, los cuales no tienen porqué importar demasiado si el visitante es ya conocedor del lugar. Hablamos, en primer término, de la meteorología variable y, también, de la masiva afluencia de gente en meses como el de agosto. Aunque si hay suerte, es posible que estos dos factores se resuelvan a favor del foráneo.

Pasear por los recovecos que ofrece este pueblo sacia la curiosidad del viandante tras cada esquina o calle empedrada. Toda la urbe está orientada hacia uno de los acontecimientos más importantes de su historia, que la marcó profundamente: la Arribada de la Carabela Pinta el 1 de marzo de 1493, comandada por Martín Alonso Pinzón y que convirtió a Baiona en el primer lugar de Europa en tener noticia del descubrimiento de América. En el puerto se puede visitar una réplica de la nave, siempre y cuando no esté de paseo por algún otro muelle.

El puerto de Baiona

Este pequeño puerto, que cuenta con la consabida lonja de pescado y una amplia zona de amarres, se extiende tras el dique formando la avenida más larga a primera vista, la calle Ángel Elduayen. Ésta es una de las zonas más animadas de Baiona, tanto de día como de noche, sobre todo porque linda con tres playas y porque está llena de terrazas y establecimientos hosteleros. Es un buen sitio para tomar el aperitivo o, simplemente, un ‘cafetito’ a media mañana. La otra zona concurrida es el casco antiguo, al que merece la pena dedicarle una tarde o dos.

Así, son visitas obligadas la ex-colegiata románica de Santa María, cercana a Hospital Sancti Spiritus, reconvertido hoy en día en Casa de la Cultura; la capilla de Santa Liberata, un templo de de estilo italiano plateresco que data del siglo XVI; y, en las afueras de la villa, la Virgen de la Roca. Una imagen de 15 metros de altura que sostiene entre sus brazos una barca-mirador y que ofrece unas vistas impresionantes desde lo alto del monte de San Roque. Es una pena que el Vía Crucis que llega hasta ella esté tan deteriorado, si bien resulta un camino agradable de recorrer.

Pero la estrella del lugar es, sin duda, la Fortaleza de Monte Real, que alberga en su interior el Parador Nacional de cuatro estrellas Conde de Gondomar; un remanso de paz para el que consigue alojarse allí, ya que, bien por el precio (unos 140 euros la habitación doble en temporada alta) bien por la ocupación, no es fácil hacerse con un hueco. Eso sí, se puede visitar pagando un euro de entrada.

Esto permite el poder pasear a lo largo de su muralla, construida en el XIV, descubriendo pequeños detalles de su construcción. Y como está literalmente ‘metido’ en el agua, es posible avistar a su alrededor numerosas y pequeñas calas de rocas y arena, algunas sólo adecuadas para intrépidos aventureros.

Las Islas Cíes

Terminada la visita a la Baiona ‘esencial’ todavía resta lo mejor. A sólo media hora en barco se encuentra el paraíso gallego por excelencia: las Islas Cíes. Desde el puerto y previo pago de 15 euros, el visitante puede coger un ferry que le llevará hasta allí y donde podrá pasar un día de playa y de contacto con la naturaleza. El barco no está indicado para personas sensibles al mareo, aunque tiene sorpresas como la de poder ver, si Neptuno lo permite, alguna que otra manada de delfines haciendo de las suyas.

Algo muy recomendable es pasar un par de días con sus noches en el camping de las islas, el cual está perfectamente acondicionado y cuenta con dos bares-restaurante, un supermercado, duchas con agua caliente y parcelas amplias para montar las tiendas. Los precios no son elevados, por lo que suele haber bastante afluencia de gente, incluidas familias al completo.

Si lo que se pretende es ir y volver en el día, lo ideal es ir pronto y regresar a eso de las seis de la tarde. De esta manera y si el tiempo acompaña (casi siempre lo hace), el viajero tiene por delante unos relajantes momentos en una increíble playa de fina arena blanca y aguas cristalinas. Lo mejor, el entorno y el placer de saberse lejos de todo; lo peor, las incómodas gaviotas y el agua, que está realmente ‘congelada’.

De vuelta a tierra firme, uno es consciente de que Baiona es en una villa pesquera, y por tanto, enseguida se interesa por la gastronomía, que en este caso es tan amplia como especies hay en el mar, aunque también existen recursos para los carnívoros. Siempre resultará mejor huir de los cazadores de turistas que pretenden llenar las terrazas de sus mesones y callejear por el casco antiguo; el visitante se sentirá más libre y encontrará pequeñas sorpresas como los percebes de O rincón, o el chorizo ‘al infierno’ de Acuarela.

Gastronomía en Baiona

Tampoco hay que dejar de probar el pulpo a feira, los chipirones fritos o unas buenas gambas a la plancha; y para estómagos ávidos de un buen y contundente manjar, el consabido chuletón o la sabrosa langosta a la parrilla. Las raciones son generosas y los precios decentes.

Para acompañar es de obligado cumplimiento catar el delicioso albariño, vino blanco afrutado que se bebe tan bien como si fuera agua y que sirven por doquier en copas o en pequeños cuencos incluso en algunos pubs. Y si queda hueco en el estómago, la tarta de Santiago y las filloas terminan por redondear el convite. Sólo existe una salvedad, hay que tener en cuenta que los lunes no hay género, ya que en los puertos de mar no se sale a pescar los domingos.

Pernoctar en Baiona no es caro, existen un sinfín de hotelitos en la parte vieja, algunos casi rozando el paseo del puerto (muchos por unos 30 euros la habitación doble, aunque con el inconveniente del ruido). Lo complicado es encontrar sitio en determinados fines de semana y festivos y, por supuesto, en agosto, en el que se acumulan las fiestas populares como la de La Anunciada, que acogen a centenares de personas de los alrededores y a turistas llegados de todo el norte español, de Francia y de Portugal.

Por tanto, también es posible pasar las vacaciones en algún otro pueblo similar, como Tui o A Guarda, o en una ciudad más grande como Vigo o Pontevedra, a sólo unos pocos kilómetros y con muchos más recursos, y después moverse por carretera. No obstante, y si se fían de la recomendación de ésta nuestra sección viajera, no dejen de ir a Baiona y reservarle, por lo menos, tres o cuatro días.

Imágenes: Iván

 

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