En esta guía de viaje de Londres nos adentramos en la ciudad en la única diferencia entre el invierno y el verano se encuentra en la cantidad de hojas que hay en los árboles, según dicen los propios londinenses. Tal vez pueda resultar un tanto exagerado y suene a estereotipo, pero lo cierto es que uno de las primeros aspectos que atraerán la atención del viajero primerizo en Londres será la escasa generosidad de su clima. Y es que el sol parece tener serias dificultades para alcanzar estas latitudes planetarias en cualquier época del año. La bondad de la comida, el carácter de los ingleses y los elevados precios del país son otros de los numerosos mitos que deberá constatar el viajero en su periplo por la ciudad que, a pesar de las esperanzas de los madrileños, albergó los Juegos Olímpicos de 2012.
Coincidiendo con el segundo aniversario de la victoria inglesa frente a las costas españolas que da origen a su nombre, Trafalgar Square fue el lugar escogido por los británicos para recibir la noticia de un nuevo triunfo: la elección de Londres como sede de las Olimpiadas de 2012. La plaza, presidida por el almirante Nelson, alberga en su parte frontal la conocida National Gallery, una amplia pinacoteca que integra obras europeas entre los siglos XIII y XIX.
Tomando la calle que sale de Trafalgar Square llegamos a la residencia del primer ministro británico, la archiconocida Downing Street, cuyo acceso se encuentra cerrado desde que hiciera explosión una bomba del IRA en 1989 en la puerta de la entonces primer ministro, Margaret Thatcher.
El Palacio de Westminster
Un agradable paseo nos conduce hasta el Palacio de Westminster, un inmenso edificio neogótico dorado, que integra las dos cámaras del Parlamento británico: la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores. La construcción culmina con la torre del reloj Big Ben, símbolo legendario de Londres, que debe su nombre al primer encargado de la construcción, Benjamin Hall, y hace referencia a la gran campana de 13 toneladas que marca la hora de los londinenses desde 1862.
Frente al Parlamento encontramos la abadía de Westminster, un templo de estilo neogótico construido en 1245, que se ha convertido en lugar de coronación y sepulcro de los monarcas británicos. No se pierdan el rincón de los poetas, donde yacen enterrados escritores como Geoffrey Chaucer, Samuel Johnson, Charles Dickens y Rudyard Kipling, ni la tumba de los científicos Isaac Newton y Charles Darwin.
Desde 1993, aprovechando el traslado de la familia real británica a Balmoral, el Palacio de Buckingham está abierto al público durante los meses de verano con el objetivo de recaudar fondos para la reconstrucción del castillo de Windsor, gravemente dañado durante el incendio de 1992.
La Torre de Londres
No nos referimos a ninguna película, sino a una de las imágenes que forman parte del imaginario colectivo sobre Londres: la Torre de Londres y el Puente de la Torre. La primera de ellas ha desempeñado numerosas funciones a lo largo de sus más de nueve siglos de vida: desde palacio real a prisión, pasando por lugar de ejecuciones, casa de la moneda y museo de joyería. La entrada, una de las más caras a los monumentos de la capital, ofrece la posibilidad de una visita a cargo de un ‘beefeater’ – la guardia tradicional británica -, que incluye una escala en la exposición de las joyas de la corona y concluye en las mazmorras. Este monumento ofrece una vista única de otro de los emblemas londinenses: el centenario Puente de la Torre.
La Catedral de San Pablo
La catedral de San Pablo, construida tras el incendio de 1666 sobre la base de otras dos anteriores, constituye la cúpula más grande del mundo después de la de la basílica de San Pedro, en Roma. Un consejo: no se pierdan la vista frontal de la catedral que ofrece el Puente del Milenio, popularmente conocido como el ‘puente tambaleante’, creado en el marco de celebraciones que Londres desarrolló para dar la bienvenida al año 2000. También dentro de este conjunto de construcciones se integra el London Eye, la famosa noria que, con sus 135 metros de altura, da colorido al perfil londinense y brinda una de las mejores panorámicas de la ciudad.
Vamos de Shopping
¿Qué sería de Victoria Beckham sin las exclusivas tiendas de ropa londinenses? Y es que las oportunidades para renovar el fondo de armario en Londres son ilimitadas. La ruta podría comenzar en los míticos almacenes Harrods, un inmenso coloso donde se puede encontrar los artículos más variopintos, convertidos en un atractivo turístico más desde la muerte de Lady Di.
Desde allí, con una escala previa en el Hyde Park, el pulmón de la ciudad, nuestro itinerario continua por las céntricas Oxford, Regent y Bond Street que, situadas en las proximidades del Piccadilly Circus, constituyen un extenso escaparate de marcas internacionales. Esta célebre zona de compras presenta un florido panorama tanto en oferta como en precios, pero si lo que se busca es originalidad a bajo coste, nuestro camino debe dirigirse, sin lugar de dudas, hacia los numerosos mercados callejeros que salpican diversos puntos de la ciudad.
El mercado de Camden Town, situado junto a la parada de metro que lleva el mismo nombre, congrega a punks, roqueros y technos en una caótica marea de colores donde se pueden adquirir baratijas, ropa de todo tipo, discos y antigüedades. Los cinéfilos no pueden faltar a la cita obligada con el mercado de Portobello, que se organiza cada sábado por la mañana en el distrito de Notting Hill, escenario de los paseos de Hugh Grant y Julia Roberts en la gran pantalla. Libros, antigüedades, ropa, joyas, comida exótica y curiosidades varias componen este conocido mercado. Los amantes de los musicales tampoco deberían eludir la oportunidad de asistir a alguna de las numerosas ofertas de este género que ofrece la ciudad: desde el emblemático Cats, pasando por Mamma mia o el musical de Queen, We will rock you.
Transportes en Londres
Un complejo y entramado mapa de metro unido a una extensa red de autobuses de dos pisos han situado a la capital del Reino Unido a la cabeza del ránking de ciudades con mejor cobertura de transporte, aunque éste el precio de éste es bastante elevado. Por ello, resulta recomendable adquirir una «travel card», que permite utilizar ilimitadamente el transporte público londinense dentro de las zonas elegidas por el viajero.
Imagen: MH